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No es un secreto que mi abuela es todo un personaje. Un matrarca burguesa congelada en el tiempo. Un mezcla rara entre Jane Austen, García Márquez, Ángeles Mastreta e Isabel Allende. Quizás por toda esa mística que la rodea yo misma la veo más como un personaje que como una mujer real que por azares del destino es madre de mi madre, razón por la cual hablo de ella como uno de los más surreales elementos de mi universo. No obstante (ahora que no escribo ensayos para el tec me estaba quemando los dedos el no obstante) reconozco que entre sus fuertes convicciones religiosas, políticas y morales (que no comparto en lo más mínimo) se encuentra un gran departamento de creatividad y unas ganas increíbles de enriquecer cada instante. Por dormir una noche al descubierto esperando una estrella fugaz no le importa pagar una semana en cama con pulmonía... quizás porque nunca le ha importado realmente pagar nada. Ella es así y como casi todos a nuestros abuelos, los queremos más de lo nos damos cuenta. Hay un montón de cosas de la mía que se mehan quedado grabadas y que nunca se lo dije. Por eso ahora, en los festejos de su 85 aniversario que están resultando más importantes que los del bicentenario (nótese que es la 3era vez en el mes que mis papás van a Durango a participar de las celebraciones), le escribí una carta desde mi posición actual; la de una estudiante perdida de creatividad a la que la vida le está cayendo de un sólo golpe, pero un golpe de colores, claro está.

Les dejo lo que le mandé. Edité un par de cosas del documento original, pequeños guiños al lector que tuve la delicadeza de diferenciar con un tamaño más pequeño de letra para mantener de alguna manera intacto el texto. (Qué tal este último párrafo, me zarpé con los pequeños guiños... me hizo pensar a las notas afrutadas encontradas por un sommelier en un malbec. )



Buenos Aires, 25 de abril del 2009

Abu:
Debo confesar que vivo en este momento una situación muy graciosa. Mientras mis amigos tienen cada vez tareas más corporativas; usan exel con fórmulas, se visten de almidón y tienen direcciones de mail con el nombre de su empleador (que además en la firma les pone el glorioso prefijo Lic. y su número de extensión... empleador, palabra más fea...); yo parece que regresé al montessori. Hago dibujos al revés, cerrando un ojo (o los dos), con la otra mano (o el otro pie), sobre superficies estrafalarias con pasta de dientes y puré de batata, y paso eternidades bíblicas pintando rombos en espera de que los colores me hablen.
En fin, esta verdadera vorágine lúdica de creatividad en la que vivo, me hace a veces pensar en los momentos que construyeron el yo creativo que actualmente se esfuerza por empezar a dejar de ser un acento simpático para convertirse en la esencia de algún tipo de modus vivendi.
He repasando cinematográficamente en mi mente detalles originales de mi infancia y quiero decirte, en esta serie de celebraciones que seguramente te han hecho tan feliz, lo presente que te encontré en esos recuerdos y lo importante que eres y has sido siempre para mí.

Porque te recuerdo con la cabeza llena de ideas, ocurrencias y planes. No había imposibles para tu imaginación y dabas la vuelta de tuerca que hacía que todo pareciera tan emocionante. El sólo caminar por los corredores de La Punta en la oscuridad era una aventura. Hacías en dos segundos lo que a un director de cine le toma una obra completa; crear un ambiente que se sintiera en la piel. Mojarnos con la lluvia por el puro gusto de ensoparse, ir a la tierra de quieto estarás en una expedición cargados de naranjas, comer sólo pan y quiote por un día, ponernos camisones antiguos y mirarnos durante horas en los múltiples espejos del universo que era tu cuarto. Escucharte contarnos cuentos en la mesa de la cocina haciendo con las manos la más alucinante mezcla de sonido de un caballo que galopa, un gigante que se acerca y una princesa que despierta. Descubrir la despensa cada tarde como si fuera El Dorado. Subir al campanario para ver salir el sol… y poner atención a cómo se pintan de luz los bordes de cada una de las infinitas pencas de los nopales del magueyal.

¿En qué momento se te ocurrió crear toda una escena con efectos especiales, banda sonora y final inesperado para lograr que Rodrigo y yo quisiéramos bañarnos? Porque tu campaña Y voy a tirarles un chubasco fue la mejor estrategia publicitaria para una niña que no le gustaba bañarse por razones que ningún estudio de mercado descifrará jamás.

Porque llevas totalmente a otra realidad eso de ser feliz con lo que hay (quizás porque siempre tuviste aún las veces que no había) tanto que lo conviertes en todo un acontecimiento. Hacer de lo más simple toda una historia nunca pareció tan sencillo y te sacabas juegos de la manga como si fuera lo más natural del mundo. Figuras de masa, vestidos de muñeca, pintura textil, todo salía como un conejo del sombrero. Qué importaba si no podíamos hacer un pastel porque no funcionaba el horno, aún podíamos hacer el betún... que de cualquier manera era lo más divertido y pasarnos la tarde decorando el pretil con flores de betún de chocolate. (Si no había pan por supuesto que comíamos pasteles, y si no había pasteles, bueno merengue)

Nunca voy a entender de dónde te sacaste todas esas ideas, pero quiero decirte que me dejaron un paquete de infancia que aún hoy me hace sentirme feliz con abrir un poquito. Más que nunca valoro y agradezco que hayas ayudado a llenar mi vida de situaciones interesantes con la novedad en turno o la novedad de siempre. (Siempre que no implicara rezar)

Eres de verdad muy importante para mí Abu, una mujer que (ha pesar de todo) ha sabido crear una familia grande y loca, llena de anécdotas y tradiciones, juegos y chistes locales pero sobretodo llena de unión y de amor. Una familia que es lo más valioso que tengo. Gracias Abu, de verdad te quiero muchísimo y me acuerdo mucho de ti por todo lo que te he contado en esta carta y por mucho más, porque te llevo adentro, con todo y el betún y las perlas, el polvo de arroz y los recortes con cajeta. Te llevo con todo y el delirio de los cuentos a medio dormir. Con todo y las mecedoras en el corredor. Te llevo con todo y las coronas de navidad.
Te llevo con todo Abu, con todo.



1 comments:

MRL said...

Que bonito... y sí, a los abuelos lo queremos más de lo que nos damos cuenta... si lo sabre yo!