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Cierto es que más de una vez he dicho que la cultura oriental no es mi favorita. Nunca superé que El Tigre y El Dragón le ganara a Amores Perros. Ni que Korea sacara a España en el mundial del 2002. Ni que el equipo de gimnasia chino ganara el all around olímpico sobre el equipo rumano. Tampoco que Kenzo se apropiara de Paris con una hermosa publicidad a base de amapolas rojas. Ni que sus mujeres no tengan problemas de peso... hasta bien entrada la madurez. O que Miss Mundo sea japonesa. Aún no supero incluso que el sushi sea tan misteriosa y delicadamente seductor. Es momento de reconocer que no tengo nada contra ellos pero los orientales me producen cierto resquemor. Sé que es porque me siento amenazada por algo demasiado fuerte y diferente... y se nos vienen como una avalancha de economía, cultura y política. Enfin. Así son las cosas. No obstante hoy vi una hermosa película koreana que me reconcilió con los ojos rasgados. Del director Chan-Wook Parc, el sólo nombre es maravilloso: I'm a Cyborg, but that's OK. (Para los que no sean tan geeks, un Cyborg es supuestamente una especie de robot) El manejo del color es espectacular y la historia es también muy buena.
Hace unos días vi con Ale y Diego una china que también me gustó mucho (Chung King Express de Kar Wai Wong). Por lo que concluyo que este fin de semana achinado me dejó muy contenta. Hasta le perdoné a las Geishas competir con la belleza de los cerezos en flor.