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Cada rincón, cada esquina, cada centímetro del Degollado está pulcrísimamente cuidado. Las butacas, la escalera, las puertas de madera, el telón pesado y barroco, el vitral art nouveau, el candil imperial. El teatro parece alzarse y caer sobre los ojos estupefactos del que se deja envolver por su atmósfera nostálgica recién restaurada.
El Degollado tiene suerte. Alguien profundamente se ha enamorado de él y lo cuida como a una orquídea exótica. Tiene que ser así. Ni una mancha de humedad, ni una butaca dañada, ni un foco fundido. Como una vieja aristócrata que se mantiene digna en su vejez, en su belleza, en su elegancia mientras se deja peinar por una niña.
Las cerdas blancas de los arcos recorren por última vez las cuerdas que huelen a brea. Con la carne de gallina la gente, sintiéndose grande y pequeña en las butacas, ablaude enérgicamente entremezclándose con el último compás de la Primavera de Piazzola y el Degollado parece vibrar... sólo por un instante.
2 comments:
Del blog a dónde? jeje me encantó la descrición =) y claro el Degollado.
Si quedó re bonito, y con esa musiquita y esa visitante, pues... tq.
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