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El mundo triste de las orejas
Las orejas deben sentirse deprimidas de vez en vez. No debe ser agradable tener que competir con el cabello o los aretes por un poco de atención... y eso sin contar el resto de la cara. Las orejas además, no sólo compiten en desventaja (ya que no brillan, no son expresivas ni ofrecen posibilidades ) sino que son utilitaria e indiscriminadamente utilizadas por sus competidores. Explico, al nacer las perforan de manera violenta y dolorosa para que los señoritos aretes, que además de ser externos e infieles, causan infecciones en las orejas delicadas; se posen, como si fueran mariposas. Desupués, el pelo, que goza de un lugar privilegiado en la atención de la persona, ya que ésta lo peina, le compra productos especiales y es capaz de hacer cualquier cosa para mantenerlo lindo; las utiliza para sostenerse y no caer sobre la frente. Incluso los ojos, que cuando no funcionan bien, arman un tango y fastidian a toda la cara, se sirven de las orejas que ni culpa tienen para sostener el armazón de lentes. Las orejas, que en sí, tienen una de las formas más interesantes del cuerpo, casi como el iris, o las huellas digitales, jamás son objeto de cumplido. Pero eso sí, si son demasiado grandes, entonces todo el mundo se queja. Pobres orejas. Hay que entenderlas y cuidarlas. Quién sabe si algún día, alguien se atreva a decir: me gustas por tus orejas.
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