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Si bien en Colima ir al súper es la diversión número uno (creo que es la ciudad con mayor número de supermercados por habitante), ir al cine está seguramente después de ir a misa. El cine en Colima es verdaderamente un suplicio. Había uno bueno, parecido al Cine del Bosque, pero lo cerraron porque creo que sólo yo iba (y sola, para acabarla). Actualmente hay tres; uno porno del que no puedo dar explicaciones y dos comerciales. De esos, uno está sí, en un tercer piso, en una ciudad sísmica como es Colima, y unos MMCinemas que están junto a Soriana. Si tan sólo la gente se pasara del súper al cine...
El caso es que para asegurar un lleno parcial, las películas más comerciales de las comerciales de las comerciales llegan, meses después, al único cine decente de la ciudad. El fin de semana revisé la cartelera y estaba el ilusionista y aunque me había quedado con las ganas de verla, tenía como flojera. Mi cuñada terminó de convencerme pidiéndome que le contestara un formulario acerca de la operación del cine a cambio de una entrada gratis, con refresco y palomitas incluidas.
A la gorra ni quien le corra pensé mientras me explicaba que debía contestar las preguntas para una investigación de mercados que hacía una empresa para evaluar a MMCinemas, que el formulario se lo habían mandado de México y que ella no podía ir porque prefería quedarse con mi hermano. Gustosa, tomé las cortesías y el formulario y me dirigí a Soriana.
Llegué, cambié mi boleto, compré mis palomitas y mi refresco fijándome bien y anotando si todos tenían la playera, la gorra y el gafete; si me habían ofrecido la MMCard o si me informaban de las promociones en dulcería, cuántos minutos hice en la fila, si me dijeron buenas noches pase usted, si la película empezó a tiempo.
Al terminar la película vacié los datos en el formulario y lo entregué en Servicio a Clientes, como había entendido que era preciso proceder. ERROR. La comunicación me jugó una mala partida y no era eso que debía hacer sino regresarle los papeles a mi cuñada sin que nadie del cine se enterara.
Mi hermano me habló en la noche preguntando por el formulario y caimos en cuenta de que el malentendido podía ocasionar que la investigación se viniera abajo. Histérica de horror y vergüenza entré a MMCinemas pasadas las once de la noche. La dulcería estaba apagada ya y no había ya nadie en el vestíbulo. El guardia me llevó a la oficina donde un par de jefecillos cínicos tenían mis papeles en las manos y me veían con aires de superioridad, como se ve a un ratón caer en una ratonera.
Les expliqué lo que había pasado, que esos papeles eran míos y que no podían hacerme eso, que todo había sido un error, que ellos no debían enterarse. "El problema es que nos enteramos" dijo uno, con una sonrisita de triunfo. Me interrogaron, me dijeron que quién me pagaba, que de dónde venía, que investigarían en origen de todo eso, que no podían derme algo que revelaba información de la operación del cine. POR FAVOR, si yo misma había llenado los papeles y no decía mucho más que cuánto tiempo había tardado en hacer la fila de las palomitas, que sus salsas estaban sucias y sus baños limpos. No hubo manera de hacerlos entender, realmente pensaban que habían descubierto el hilo negro de una conspiración en contra de su empresa por culpa de un descuido de una pobre muchachita ingenua e ignorante. Justifiqué cuanto pude durante una media hora, me imaginé a mí misma arrebatando los papeles de las manos de uno de ellos, que frente a mí los hojeaba diciendo que llegarían hasta las últimas consecuencias. Me sentía forastera interrogada en la procuraduría, como de película. Me imaginé siendo demandada por la empresa de mercadotecnia, misma que perdería millones invertidos en la investigación por mi culpa. Salí derrotada, con la cola entre las patas y a punto de llorar de impotencia y susto. Lo máximo que había logrado era una cita al día siguiente con la administradora.
Me subí a la camioneta y le conté a mi papá que sí había encontrado los papeles, pero que no me los querían dar. Furioso, mi papá entró a la oficina gritando que me estaban robando, que el formulario era mío. Les dijo a los tipos que qué tontos eran de no dejarse evaluar, que por si no lo sabían todas las empresas hacían estudios así y que si su mundo era tan pequeño como para no darse cuenta de eso, no era culpa nuestra. No lo escucharon y le pidieron burocráticamente que "hiciera favor de abandonar la oficina". Se gritaron hasta de groserías ante mis ojos atónitos. Mi papá dijo que eran unos necios, que no veían más allá de sus narices, que no se daban cuenta del problema de imagen en el que podían meter a su empresa al reaccionar paranóicamente ante una evaluación por parte de una estudiante decente que no tenía necesidad de pasar por esos trances. La cosa se puso tan agresiva que el guardia empezó a llamar a seguridad bociferando en su radiecito. Digno y entero mi papá les dijo que ya se iba, pero que Colima era muy chiquito y que algún día se los iba a encontrar haciendo algún trámite y que... bueno yo ya no quise saber más.
Estaba asustada por lo que pudiera pasar con mi cuñada y la investigación. Ella también sentía pena por haberme metido en ese berenjenal.
Al otro día, fui muy puntual a mi cita con la administradora, quien MUY amablemente me explicó que no había de qué preocuparse, que ella sabía cómo funcionaban esas cosas, y que tenía conocimiento de todo. Me devolvió mi formulario hasta en una carpeta pidiéndome que perdonara por favor a sus empleados que se asustaron y por eso reaccionaron así. Me contó que le habían hablado por teléfono a medianoche apanicados, una vez que mi papá y yo nos habíamos ido. Yo toda sonriente me limité a decir que muchas gracias, pero que por favor civilizara a su gente que me habían hecho pasar un mal rato.
Entregué los papeles y no pasó a mayores (uffff), pero de ahora en adelante juro que no se me va a olvidar el A ver si entendí bien, bla bla bla (...) correctoooo? básico para una estudiante en Ciencias de la Comunicación.
Imagen de Edek, Deviantart.